América Latina frente a las futuras pandemias
america latina frente a las futuras pandemias.
Por Efrén Pérez de la Mora, José A. Plascencia y Carlos Brown Solà
Tras casi tres años de la pandemia de COVID-19, América Latina enfrenta las consecuencias e impactos sociales, económicos y políticos de la COVID prolongada, pero también la creciente probabilidad de que se presenten futuras pandemias globales con impactos similares o incluso mayores a los de la COVID-19. La preparación a futuro de las capacidades estatales de los gobiernos de la región será fundamental, pero deberán impulsar la participación de otros actores y promover espacios supranacionales más democráticos.

La región aún está bajo amenaza de nuevas pandemias, incluso peores que la que vivimos recién.
Los efectos de la pandemia de COVID-19 se han hecho sentir en todo el mundo, pero especialmente en América Latina y el Caribe. En esta región, al menos cuatro crisis distintas derivadas de esta pandemia se han entrecruzado: sanitaria, económica, social y de cuidados. Además, mientras decenas de millones de personas en la región caen en situación de pobreza y de pobreza extrema, con carencias sociales y económicas cada vez más severas, las pocas personas mil millonarias de la región han visto crecer sus fortunas en más de 40 por ciento durante los dos primeros años de la pandemia.[1]
Las desigualdades también se manifiestan en las respuestas de los gobiernos. Mientras que la gran mayoría de los países de ingresos altos impulsan la aplicación de una cuarta dosis y de vacunas de refuerzo diseñadas para las nuevas variantes del virus, solo siete de cada diez personas en América Latina y el Caribe cuentan con un esquema completo de vacunación contra COVID-19.[2] Por si fuera poco, las diferencias en la cobertura entre los países de la región son considerables: hasta abril de 2022, apenas 9 de los 19 países latinoamericanos contaban con la cobertura de 70 por ciento del esquema completo que propone como meta la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Las vacunas nos importan porque nos protegen de los virus, pero importan más porque nos permiten sobrellevar mejor las pandemias como sociedades, además de poder tener una recuperación más acelerada y justa si se distribuyen de manera equitativa. Sin embargo, más allá de que se eviten las muertes derivadas de los síntomas del coronavirus, la evidencia apunta a que, para reducir las posibles secuelas de largo plazo por COVID prolongada, se recomienda la aplicación de al menos una dosis de refuerzo aunada a un esquema completo por persona, según el tipo de vacuna elegido.[3] Así, la urgencia por avanzar hacia esquemas universales de vacunación en América Latina y el Caribe es imperativa para disminuir las futuras implicaciones y costos que los efectos secundarios de esta enfermedad podrían tener en la población y en los sistemas de salud latinoamericanos, de por sí débiles.
Sin dejar de lado el papel importante que tienen los movimientos, colectivos y personas activistas para responder de manera adecuada a las necesidades comunitarias y regionales que surgen como efectos derivados de la pandemia de COVID-19, los estados desempeñan un papel central y prioritario para avanzar hacia la vacunación universal y para la preparación ante futuras pandemias, dadas sus capacidades financieras, institucionales, operativas y analíticas. Los principales factores responsables de una respuesta estatal exitosa frente a la pandemia de COVID-19 han sido la capacidad de los estados, la confianza social y los liderazgos.[4] Un estado fuerte aumenta las posibilidades de éxito de las campañas nacionales de vacunación.
Sin embargo, no basta con contar con estados fuertes para avanzar hacia la universalización de la vacunación contra la COVID-19 y para estar preparados para otras pandemias. Cuando se entiende la salud pública y las vacunas como un bien público global, como han abogado tanto la alianza People’s Vaccine[5] como la Organización de Naciones Unidas,[6] se vuelve necesario contar con mecanismos globales y regionales de gobernanza para organizar la adquisición y distribución de vacunas, a partir de criterios que permitan compensar las desigualdades de acceso y las capacidades entre los países de ingresos altos y bajos.
La pandemia de COVID-19 ofrece una oportunidad única para transformar el compromiso democrático en la gobernanza de los bienes públicos globales, especialmente en preparación para futuras pandemias.
Esta pandemia ocurrió antes y seguramente volverá a ocurrir. Por ello, es importante estar preparados.
La pandemia de COVID-19 tiene efectos ya conocidos: según la evidencia disponible hasta el momento, pueden ir desde una leve enfermedad con síntomas similares a los de las afecciones de las vías respiratorias altas, hasta cuadros de inflamación vascular. No obstante, para entender la dimensión real de esta pandemia para los sistemas nacionales de salud se deben sumar también los efectos de la llamada “COVID prolongada” (long covid), cuyos impactos sociales y económicos se desconocen. Se reconoce a la COVID prolongada como la persistencia de síntomas que pueden afectar múltiples órganos tras 30 días de una infección aguda por COVID-19. Existen factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de presentar COVID prolongada, como ser de sexo femenino, ser una persona obesa, tener entre 35 y 65 años, vivir con vulnerabilidades socioeconómicas o vivir con alguna discapacidad relacionada.[7]
La evidencia apunta a que, además de evitar las muertes derivadas por la enfermedad aguda de coronavirus, la vacunación tiene el potencial de reducir las probabilidades de desarrollar síntomas y secuelas a largo plazo por COVID prolongada. Asimismo, parece existir una relación directa entre el número de dosis administradas y la reducción del riesgo de COVID prolongada, que es mayor con esquemas que comprenden la aplicación de las dosis de refuerzo que disminuyen este riesgo en más de 50 por ciento.[8]
A lo anterior, se suman otros desafíos que pondrán a prueba de manera repetida la capacidad de adaptación de los sistemas públicos de salud y de protección social en América Latina, desde el cambio demográfico por el envejecimiento de la población de la región,[9] hasta la emergencia climática, que podría triplicar la probabilidad de las pandemias en las próximas décadas. Ante estos retos futuros, fortalecer la capacidad de los estados en su prevención, atención y seguimiento de riesgos sanitarios es un factor decisivo para garantizar del derecho a la salud de sus poblaciones. Es por ello que, a partir del análisis previo y en línea con lo propuesto por la alianza People’s Vaccine,[10] se hacen las siguientes recomendaciones de política a los gobiernos nacionales:
- Integrar la vacuna contra la COVID-19 a los esquemas nacionales de vacunación.
- Financiar de manera suficiente las estrategias nacionales de vacunación.
- Fortalecer la vigilancia genómica y epidemiológica.
- Desarrollar campañas de comunicación social desde la confianza, con base en liderazgos comunitarios y marcos interculturales, no desde enfoques punitivos.
- Implementar mecanismos efectivos y oportunos de transparencia financiera, sanitaria y de implementación de las campañas de vacunación.
No obstante, para avanzar en la universalización de la vacunación contra la COVID-19 y en la preparación para futuras pandemias en América Latina, se requieren acciones para fortalecer los mecanismos globales y regionales de gobernanza para responder de manera efectiva a la COVID-19 y a otras pandemias en el futuro, como:
- Diseñar e implementar nuevos mecanismos financieros regionales.
- Desarrollar nuevos esquemas de producción de vacunas en países de ingresos medios y bajos.
- Promover la cooperación científica y tecnológica entre países de ingresos medios y bajos.
- Impulsar la liberación completa de patentes de vacunas, tratamientos y pruebas.
- Fortalecer los sistemas regionales de observación y prevención epidemiológica.
- Exigir mayor transparencia gubernamental con datos desagregados en formatos abiertos.
Aunque la COVID-19 sigue estando presente, también debemos aprender de ella para el futuro. Para conocer más al respecto de la preparación de América Latina frente a los retos que ha traído consigo la pandemia de COVID-19 y otras pandemias en el futuro, consulta el informe de políticas “El Futuro de las Pandemias”.
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Una mejor cooperación entre los gobiernos de la región es un paso esencial para arreglar las cosas.